Hiperinformación y desinformación

 

Tener toda la información al alcance de nuestras manos no significa que estemos informados.

Estamos rodeados de información, si queremos saber algo solo tenemos que ir al buscador, teclear y de repente… Poom! Encontramos que nuestra búsqueda tiene cifras como, aproximadamente 58.800.000 resultados en pocos segundos. 

Por lo tanto, puede ser común que muchos de mi generación hayan escuchado la típica frase de sus padres: “Yo a tu edad no disponía de Internet, y me las tenía que apañar para rastrear información acudiendo a bibliotecas, y buscando en enciclopedias. No sé de qué os quejáis los jóvenes de hoy en día, que tenéis todo a vuestro alcance”. Y si, aunque nos cueste reconocerlo esto es una realidad, podemos disponer de la información que queramos en apenas un instante, de modo que el conocimiento está a golpe de clic, pero, tener toda la información a nuestro alcance no significa que estemos informados. 

La evolución de las tecnologías y de los medios de comunicación supone una evidencia, y uno de los factores que han supuesto ese cambio ha sido la conversión de una audiencia pasiva a una más activa, es decir, se deja de ser únicamente receptor de noticias, para ser a la vez productor y emisor de informaciones, lo que ha originado que se haga un nuevo uso de las redes sociales, el cual posibilita la proliferación de este suceso, llamado periodismo ciudadano. Ayerdi Koldobika Meso (2005) afirma:” Nos encontramos ante un panorama que acentúa aún más el protagonismo de los lectores”.  

“A día de hoy todos podemos ser difusores de contenido, y toda esa información se cuantifica y se valora de acuerdo al número de veces que ha sido reenviada, retuiteada o valorada con un ME GUSTA” ( Guerrero Aguilar, 2013).
  

Todo esto puede provocar una inundación en las redes de información poco relevante, que saturan el canal, y despistan la atención de lo verdaderamente importante, produciendo así ruido mediático y dispersión de la atención. Podemos tirarnos horas leyendo “noticias” carentes de interés mientras que las verdaderamente útiles pueden quedar en un segundo plano. También resulta curioso como todavía existe un cierto sector de la población que cae en la trampa de las noticias falsas, popularmente llamadas  “Fake news”, cuando podemos encontrar un montón de información que las desarma, pero por contradictorio que suene es esa cantidad de información la que provoca la desinformación, ya que, al estar tan saturados de esta, se complica cada vez más discernir entre la verdad y la mentira.  


Suena paradójico, pero la abundancia de información 
puede causar confusión y desinformación entre los receptores. Por eso es fundamental que los receptores desarrollemos un pensamiento crítico, que nos ayude a comparar información de distintas procedencias, y sumirlas a nuestro juicio y a nuestros conocimientos previos para determinar lo que es verdad de lo que no. 

 A pesar de encontrarnos en la era digital, la división entre los informados y desinformados se acentúa más que nunca. Para evitar ser parte del grupo de los desinformados, además de adoptar un espíritu crítico que nos haga cuestionarnos las cosas que leemos, vemos y escuchamos en los medios, es necesario tener conocimiento sobre las tecnologías y los medios de comunicación. Igualmente, no debemos olvidar que los medios de comunicación se han transformado en un auténtico negocio, cuyo fin es llamar nuestra atención, por lo tanto, resulta importantísimo poseer una capacidad de análisis y reflexión, para que no seamos engañados, ya que como afirma (Guerrero Aguilar, 2013): “La veracidad de la fuente y la fiabilidad de la información, pilares del periodismo, pasan a un segundo plano ante la primacía de la inmediatez”.  



Recibir tanta información indiscriminada por un mismo canal puede provocar que un video de un atentado terrorista tenga el mismo formato, duración y presencia, que un simple video de gatitos. Por lo tanto, deberíamos ser selectivos y críticos con la información que recibimos y consumimos día a día, ya que como bien hemos mencionado anteriormente podemos dejar en un segundo plano las noticias y la información realmente útiles, o tomar como verdaderas las “fake news”.  

En conclusión, para hacer frente a toda esta saturación informativa a la que estamos expuestos se  requiere, como bien afirma Guerrero Aguilar, (2013): “De una educación y formación previa para no caer en la trampa de la desinformación”. 



Bibliografía final: 

Ayerdi, K. M. (2005). Periodismo ciudadano: voces paralelas a la profesión periodística. Revisa Latinoamericana de Comunicación ChasquiNo 90(0), 4–92. Recuperado de: https://revistachasqui.org/index.php/chasqui/article/view/234


Castillo, J. M. (2017). Cultura Audiovisual II. 


Guerrero Aguilar, M. (2013). De la hiperinformación a la desinformación. Paradigma2.0(0), 1–4. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4314729


Bermúdez, D. (2018). ¿La abundancia de información digital genera desinformación? El Economista. Recuperado de: https://www.eleconomista.com.mx/tecnologia/La-abundancia-de-informacion-digital-genera-desinformacion-20180401-0005.html


 

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